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Lampedusa
Paco Bautista, SMA

Recientemente se ha vuelto a repetir una vergonzosa tragedia para la inmigración subsahariana en las costas de Italia. Vergüenza es la palabra que ha vuelto a utilizar el Papa Francisco para hablar de lo ocurrido en Lampedusa.


Anoto un extracto del País que dice así en uno de sus artículos: “Un barco de guerra se lleva de Lampedusa 359 ataúdes sin nombre, 16 de ellos blancos, otros 10 de mujeres embarazadas que no se despertaron del sueño de una vida mejor para sus hijos…

359 ataúdes sin nombre…: ¿qué nos está pasando?, ¿porqué noticias cómo éstas apenas si ocupan espacio en la prensa televisiva, radiofónica o escrita?, ¿porqué los ataúdes no tienen nombre?, ¿qué enfermedad tiene nuestra sociedad que fabrica ciudadanos de primera, segunda, tercera categoría… para convertirlos luego en muertos de primera, segunda, tercera categoría…?, ¿dónde queda la vergüenza, la humanidad, las entrañas, la misericordia, ante éstos seres humanos a los que ni tan siquiera les ponemos nombre?

Estos 359 ataúdes dicen que hemos de preguntarnos muchas más cosas aún, por ejemplo, ¿qué somos?, ¿quiénes somos?, ¿en qué nos estamos convirtiendo?, ¿qué hemos hecho de palabras como justicia, vida, dignidad?, ¿por qué tanta indiferencia?, ¿porqué son tantos los que se encogen de hombros?, ¿dónde queda la lucha por la justicia, la denuncia de leyes injustas, de estructuras inhumanas, asesinas, sin corazón?

16 de ellos blancos, (16 de ellos eran niños…) ¡qué horror!, tan niños como los nuestros, pero sin nombre, tan niños como los nuestros pero atrapados en el corazón helado de una mar helada. ¡Descansen en la paz y la vida que se les ha negado tan prematuramente!

Otros 10 de mujeres embarazadas… ¡qué barbarie! Ante tal iniquidad uno se queda sin palabras, sin aliento. Tampoco estas mujeres tienen nombre. Estremece pensar en ellas. Pierden su vida y la que esperan ante la absoluta indiferencia de los poderosos, de los políticos, de los gobiernos, que sólo piensan en proteger aún más las fronteras y en seguir criminalizando a los que solo buscan una vida mejor, como estas mujeres sin nombre. Nos quedamos abatidos frentes a ellas, frente a sus hijos que no verán la luz de la vida.

Estas mujeres dicen, en su silencio, en la tragedia de sus biografías rotas, que hemos de hacer las cosas de otra manera, que no se puede consentir ni una sola víctima más.

Estas mujeres gritan desde la mar qué ya está bien de tanta pesadilla, de tanta oscuridad, de tanto sinsentido, qué pongamos freno de una vez por todas a este clamor bochornoso, que las escuchemos.

Como conclusión quiero terminar diciendo, que después de leer estas líneas, se abren ante nosotros 359 poderosas razones para seguir luchando, para crear una humanidad distinta, en donde nadie, absolutamente nadie ya se quede nunca sin su nombre pronunciado, sin el derecho legítimo al acceso de una vida digna, sencillamente digna.

Un abrazo siempre fraterno y que las víctimas de Lampedusa y todas las víctimas, de manera definitiva descansen para siempre en paz.

Paco Bautista, sma.